domingo, 7 de septiembre de 2014
Mitades
Entre ellos existía una especie de idioma absurdo basado en la complicidad y el roce de dos cuerpos que encajan perfectamente, como si hubieran sido moldeados el uno para el otro y vinieran así, de fábrica. Pero no era sólo algo físico: igual que sus dos cuerpos encajaban, también lo hacían sus almas. Quizás fuera el hecho de que ambos estaban algo rotos.
Sus mitades se unen para sanar, y se regeneran.
jueves, 29 de mayo de 2014
Epitafio del caos
II
No es ningún
secreto que me gusta disfrazarme
de duda, de
silencio, de ilusión marchita
de café recién hecho
de calada,
de zorra, de resaca
de raya del
ojo mal pintada,
de pestaña y
de silueta
entre
mis preferidos.
De aquella
que escribe poemas en servilletas
y estudia
las condiciones atmosféricas
que esconde
un estado de ánimo tras una mirada tuya.
Soy la que
mejor conoce tu forma de diseccionar la realidad
con esos
ojitos
con tus
manos de pianista,
ahí me
disfrazo de carcajada,
o de juego
de palabras absurdo
y tú me miras.
Me miras y
descubres mi disfraz, descubres
todos mis disfraces,
diseccionas
mi realidad
y te ríes
porque sabes
que hemos ganado,
que ya no es
ningún secreto.
Sabes
perfectamente lo mal que escribo
cuando estoy
enamorada,
y que odio
estar triste y escribir cosas
que te hagan
llorar.
Aunque tú
pienses que el dolor,
como los
pecados y los cigarros a medias,
debería ser
compartido.
Me dijiste
una vez que te encanta mi caos,
y creo que
tenemos un problema,
a los dos
nos gusta el desastre,
nos atrae la
autodestrucción.
Y dónde
acabará este río…
Resulta
irónico que, con todos mis disfraces,
aún no haya
encontrado el de valiente.
Me sigo
conformando con el de niña silenciosa
que no se
atreve a pedirte que te quedes.
Y que tú,
con todo tu ingenio,
con todas
tus disecciones de realidades y
universos
para-lelos,
aún no hayas
aprendido a desentrañar
el “ven” que
hay detrás de todos mis silencios.
El “no te
vayas”,
el “te necesito”
el “no me sueltes”
el “quédate”…
lunes, 31 de marzo de 2014
No te salves
Pero dime, ¿qué harás?
Cuando los caminos se tuerzan y
las cuerdas se enreden, y las entrañas se arranquen. Y qué harás cuando se rompa
la carcasa y explote la mierda, qué harás después de tantos años de ocultarte
tras los muros que tú misma construiste. Y que hoy permanecen.
Qué harás.
Cuando solo sean tus pies y un
abismo. Es tan fácil quedarse inmóvil, ver la ciudad en slow motion. Una ciudad de diablos que destruyen sus hígados y
retuercen sus almas detrás de cualquier barra. Una ciudad de estruendos, de poetas
frustrados que persiguen un par de piernas, de cáscaras huecas y lunas medio vacías,
y alcantarillas y muros grises y personas rotas. Qué harás cuando despiertes
allí, en esa ciudad maldita. Cuando se nublen las señales y no baste con lanzar
los dados, con desear consumirte como un cigarrillo en sus labios. Cuando diseñar
universos entre los pliegues no sea suficiente. Cuando su piel te atrape, te
mastique y luego te expulse. Qué harás cuando tu propio caos te devore.
Y quién estará ahí para salvarte.
martes, 25 de marzo de 2014
Lo que no nos contaron
¿Y qué hay de lo que no nos contaron?
Yo conozco heridas bajo la piel
que callaron demasiado tiempo y escocieron demasiado. Heridas de las que jamás
encontrarás nada escrito. Miento: se ha escrito tanto sobre el amor. Ya todo
nos suena aunque no lo hayamos vivido, es como un terrible déjà vu.
Yo tengo nudos en la garganta que
dejarían sin respiración a cualquiera, que pararían cualquier amanecer por la
ventana. Yo sé de cicatrices capaces de atraer una mirada y provocar
escalofríos. Conozco el dolor, lo he saboreado entre mis dientes, lo he sentido
entre mis entrañas. Me he follado al dolor y me he ido sin despedirme la mañana
siguiente. Me he creído invencible, poderosa y fuerte.
Pero siempre vuelve y me recuerda lo
fácil que es caer y romperse en pedacitos.
Lo frágiles que somos en
realidad.
lunes, 17 de febrero de 2014
¿En tu herida o en la mía?
“El
vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la
profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en
nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.”
Milan Kundera - La insoportable levedad del ser
Es verdad que algunas personas nos rompen muy bonito.
Desde fuera se huele, se puede palpar la herida. El problema es que son
heridas difíciles de curar: no son simples rasguños ni tropiezos. Son profundas
grietas que vienen arrastrando de muy atrás. Algo se clava y duele pero te
resistes a sacarlo, y sigue avanzando, la herida se va haciendo más grande,
pero junto al dolor hay un placer que te inmuniza. O eso crees.
Crees que lo compensa todo, ¿no es así? Que todo eso se canjea en días
robados y arañazos en la espalda, o al revés. Abrazándonos mientras el mundo se
derrumba, y nosotros nos reconstruimos. Que se arregla diseñando universos entre
los pliegues. Que todo lo construido tras la piel no tiene precio. Te equivocas.
Se paga con cicatrices. ¿Y te digo lo peor? Estas no desaparecen. Al contrario:
te marcan de la peor forma posible. Te vuelves amante de los desastres, de las
personas rotas, como tú.
Después de todo no es más que una terrible adicción. Es una especie de
masoquismo emocional, que te va salvando hasta destrozarte por completo. Pero no
deja de cautivarte esa forma de hacerse añicos.
Es la belleza detrás del caos.
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