“El
vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la
profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en
nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.”
Milan Kundera - La insoportable levedad del ser
Es verdad que algunas personas nos rompen muy bonito.
Desde fuera se huele, se puede palpar la herida. El problema es que son
heridas difíciles de curar: no son simples rasguños ni tropiezos. Son profundas
grietas que vienen arrastrando de muy atrás. Algo se clava y duele pero te
resistes a sacarlo, y sigue avanzando, la herida se va haciendo más grande,
pero junto al dolor hay un placer que te inmuniza. O eso crees.
Crees que lo compensa todo, ¿no es así? Que todo eso se canjea en días
robados y arañazos en la espalda, o al revés. Abrazándonos mientras el mundo se
derrumba, y nosotros nos reconstruimos. Que se arregla diseñando universos entre
los pliegues. Que todo lo construido tras la piel no tiene precio. Te equivocas.
Se paga con cicatrices. ¿Y te digo lo peor? Estas no desaparecen. Al contrario:
te marcan de la peor forma posible. Te vuelves amante de los desastres, de las
personas rotas, como tú.
Después de todo no es más que una terrible adicción. Es una especie de
masoquismo emocional, que te va salvando hasta destrozarte por completo. Pero no
deja de cautivarte esa forma de hacerse añicos.
Es la belleza detrás del caos.
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