II
No es ningún
secreto que me gusta disfrazarme
de duda, de
silencio, de ilusión marchita
de café recién hecho
de calada,
de zorra, de resaca
de raya del
ojo mal pintada,
de pestaña y
de silueta
entre
mis preferidos.
De aquella
que escribe poemas en servilletas
y estudia
las condiciones atmosféricas
que esconde
un estado de ánimo tras una mirada tuya.
Soy la que
mejor conoce tu forma de diseccionar la realidad
con esos
ojitos
con tus
manos de pianista,
ahí me
disfrazo de carcajada,
o de juego
de palabras absurdo
y tú me miras.
Me miras y
descubres mi disfraz, descubres
todos mis disfraces,
diseccionas
mi realidad
y te ríes
porque sabes
que hemos ganado,
que ya no es
ningún secreto.
Sabes
perfectamente lo mal que escribo
cuando estoy
enamorada,
y que odio
estar triste y escribir cosas
que te hagan
llorar.
Aunque tú
pienses que el dolor,
como los
pecados y los cigarros a medias,
debería ser
compartido.
Me dijiste
una vez que te encanta mi caos,
y creo que
tenemos un problema,
a los dos
nos gusta el desastre,
nos atrae la
autodestrucción.
Y dónde
acabará este río…
Resulta
irónico que, con todos mis disfraces,
aún no haya
encontrado el de valiente.
Me sigo
conformando con el de niña silenciosa
que no se
atreve a pedirte que te quedes.
Y que tú,
con todo tu ingenio,
con todas
tus disecciones de realidades y
universos
para-lelos,
aún no hayas
aprendido a desentrañar
el “ven” que
hay detrás de todos mis silencios.
El “no te
vayas”,
el “te necesito”
el “no me sueltes”
el “quédate”…
1 comentario:
Me ha encantado, como todo lo que escribes, desde siempre
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