lunes, 28 de octubre de 2013

Llueves, llovemos.


Llueve. 
Llueve y parece que alguien estuviese arrojando las gotas afiladas con fuerza pretendiendo romper el suelo. Se estrellan contra el asfalto, y cada vez que un coche viene de frente y la luz las ilumina, algo estalla en pedacitos. Es una mezcla peligrosa, la lluvia con las luces de neón en una noche oscura. Si te quedas mirándolo fijamente algo dentro de ti se encoge. Te encuentras inmóvil frente a ese cataclismo diminuto, un universo caótico de gotas de agua estallando en mil pedazos. Chocándose unos con otros, mezclándose con el resto de gotas que caen del cielo, fundiéndose con las luces de los faros y los charcos rotos.



Un caos terrible, la lluvia. Puedes encontrarte a ti mismo o perderte para siempre.



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