Pero dime, ¿qué harás?
Cuando los caminos se tuerzan y
las cuerdas se enreden, y las entrañas se arranquen. Y qué harás cuando se rompa
la carcasa y explote la mierda, qué harás después de tantos años de ocultarte
tras los muros que tú misma construiste. Y que hoy permanecen.
Qué harás.
Cuando solo sean tus pies y un
abismo. Es tan fácil quedarse inmóvil, ver la ciudad en slow motion. Una ciudad de diablos que destruyen sus hígados y
retuercen sus almas detrás de cualquier barra. Una ciudad de estruendos, de poetas
frustrados que persiguen un par de piernas, de cáscaras huecas y lunas medio vacías,
y alcantarillas y muros grises y personas rotas. Qué harás cuando despiertes
allí, en esa ciudad maldita. Cuando se nublen las señales y no baste con lanzar
los dados, con desear consumirte como un cigarrillo en sus labios. Cuando diseñar
universos entre los pliegues no sea suficiente. Cuando su piel te atrape, te
mastique y luego te expulse. Qué harás cuando tu propio caos te devore.
Y quién estará ahí para salvarte.