martes, 27 de septiembre de 2011

Color luz




Hace sol y su mirada no cambia.

Eso es lo que ella piensa entre oraciones subordinadas y cosmología, eso y de qué sirven los ojos color luz si no cambia y nunca la mirará de otro modo.

Después de todo, siempre es lo mismo: choca esos cinco, haz como que no te importa que tontee con esa. Las miradas de complicidad y los minutos de silencio por los ingenuos que no saben que San Valentín lo inventó el Corte Inglés.

Que sí, que sabe lo de tus cosquillas y la sonrisa secreta. Que sabe como desarmarte y que se te caiga el nosequé, la vergüenza y los trocitos de risa. Que cuando bajas la mirada o respiras más lento se los guarda en los bolsillos, y no entiendes cómo puede tener tanta magia un roce de manos. Que sabe que es especial, o al menos debería verlo escrito en tu pupila cada vez que tropiezan las pestañas, las respiraciones.

Que te quiere, gilipollas. Que ni te imaginas la piel de gallina cuando le tocas. Que se pregunta qué andarás haciendo a cada minuto. Que se sabe de memoria tu hoyuelo, tus legañas. Que no puede estudiar porque la única asignatura pendiente aquí es tu sonrisa.

Hace sol, pero ella llueve por dentro. Y su mirada no cambia.


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